Todos necesitamos nuestro Becerro de Oro.
La historia la conocemos. Cuando Moisés bajó del monte Sinaí, con las Tablas de la Ley,
se encontró a su hermano Aharón y al pueblo hebreo, adorando un becerro de oro. La justificación fue que el pueblo necesitaba adorar a alguien y como no tenían nada, se construyeron un becerro de Oro para tener a quien adorar. El resto de la historia ya lo sabéis.
La historia se repite.
Todos necesitamos algo físico, tangible para adorar.....ya sea dinero, o posesiones de cualquier clase. Esta es la base de nuestra sociedad de consumo. Poseer más y más.
Si miramos las bolsas de basura tiramos a diario miles de cosas servibles que han sido sustituidas por otras que pronto irán también a la basura o mejor, a reciclar.
Nuestro becerro de Oro lo llevamos dentro y se llama TERER MÁS DE TODO.
¿Qué justificamos con ese ánsia de poseer?
Nuestro miedo a la vida.
Vemos que el tiempo se nos acaba y creemos que si nos rodeamos de becerros de oro viviremos más y mejor y nos pasamos la vida con ánsia sin llegar a disfrutar de nada.....siempre más y mejor en aras del progreso y la tecnología nos consume.
Hoy vender es más fácil. Basta mostrar un becerro de Oro, que aunque tengamos mil, ese último nos apetecerá y viviremos pensando solo en poseerlo. Aquí está el secreto de la publicidad. Lo que no se ve no se desea.
Hay que enseñar, mostrar, hacer vivir nuevas experiencias y la venta está asegurada.
Nadie quiere ser menos que nadie y el progreso es eso.
Si tienes un becerro de Oro, muestralo y estará vendido. Estamos tan informados, intercomunicados, y globalizados que somos todos pasto del becerro.
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